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Había escuchado de él, en los pueblos fronterizos los héroes son muy
conocidos, y sus antagonistas también. Se decía que doblegó y aniquiló
al resto de los caciques que dominaban Dazun. Othor, nuestro heroe,
capitán de las Legiones del Águila, Lord protector y puño del Oeste,
había pasado por nuestro hogar hacia ya dos meses, marchaba a la guerra,
las 7 ciudades frontera habían sido sometidas, se encontraban más allá
de la posible ayuda que la ciudad del Puente Amargo podía brindarle…
Nosotros… nosotros permanecimos durante largas semanas expectantes a los
jinetes que volvieran desde que pasó nuestro héroe para enfrentarse a
Korr Ga’hal…Pero no volvió ninguno. Siempre habíamos vivido en relativa
tranquilidad, los señores de los siete nos sometían a su yugo, les
debíamos el diezmo… les debíamos la vida, pero ahora los 7 ya no estaban
y al parecer nada se interponía entre la isla de los orcos, Dazun, y
nosotros. Las mujeres y los niños partieron los primeros días de saber
que había caído Bastión Sauros. Y en Viejo Molino quedamos los hombres
que tuvimos las suficientes agallas para seguir cultivando la tierra y
protegiendo lo que es nuestro…
Desperté con la garganta seca, las
gotas de sudor resbalaban por mi frente, el humo cubría toda la casa, a
fuera gritaban los hombres, ya no eran gritos de batalla, eran gemidos y
gritos de dolor, apenas chocaba alguna espada afuera. Quien vigilara no
nos advirtió de su llegada…La luz del fuego atravesaba el humo con
espadas de luz roja entre los tablones que hacían de pared… cogí mi
mangual y me puse el casco, la rodela no la encontré… nada más abrí la
puerta supe que estaba todo perdido… los cadáveres los amontonaban unos
seres que jamás había visto, eran orcos oscuros seguramente… Grandes,
grotescos, de aspecto salvaje trataban los cadáveres sin honor alguno,
apiñándolos como tocones de madera para ser quemados o inspeccionados,
saqueaban, mataban y destrozaban casi sin emitir gruñido… miré con la
intención de escapar, oteé con pánico y desesperación con tal de
encontrar el camino de salida y al girar el cuello atemorizado lo vi,
era Korr Ga’hal, era inconfundible, media un pie más que el más alto de
los seres. Su nervuda musculatura la mostraba desprotegida, sus músculos
se movían como una máquina perfecta, mandaba con el dedo a dos de esos
seres hacia la posada de la Manzana Dulce cuando me calvó su mirada… me
miró con sumo desprecio, de la misma manera que miro yo cuando veo una
rata muerta que está siendo devorada por gusanos, no hizo nada más, el
fuego palpitaba a su siniestra y a su espalda se levantaba una columna
de humo negro… la luna a mi espalda hacía brillar las salpicaduras de
sangre, su mirada fulgía, sus ojos inyectados en sangre parecían
hechizarme queriendo erradicar mi existencia con un solo pestañeo…
Un
ruido rápido en mi retaguardia me advirtió de algo… giré mi cuerpo
previniéndome como pude y un golpe como jamás había sentido me alcanzo
la boca, caí de bruces al suelo, el hierro de la sangre dió sabor a ese
momento y mientras me tapaba la boca en el suelo note como mi mandíbula
se movía a trompicones, estaba totalmente rota, los dientes se movían
libres jugueteando con mi lengua, me costaba respirar, al mirar al suelo
vi parte de mi mejilla y nariz ya manchadas con sangre, me desmayaba,
no podía acabar todo así… apenas pude hablar… no me dejaron pedir
clemencia, el suelo estaba frio, el mundo borroso se alejaba a pasos
agigantados, y la oscuridad lo cubrió todo…